La Gran. Arrancarse los ojos

“Arrancarse los ojos”. Recorrido (Viewing room)

Cristina Ramírez, Marina Núñez, Elian Stolarsky, Aïda Gomez, Enrique Marty, Javier Rodríguez Pino y Josep Tornero

De 10 de septiembre a 19 de diciembre de 2020

 

Arrancarse los ojos es una defensa de los lenguajes visualmente crudos –acompañados en muchos casos por discursos políticamente comprometidos– como forma de contar el mundo o de lanzar preguntas que al incomodar provoquen una reacción. Y entronca con cierto cine –serie B, terror, Cronenberg, nuevo extremismo francés…– que en muchos casos tiene inquietudes similares.

El proyecto construido con obras, acciones y sugerencias de siete artistas –Cristina Ramírez, Marina Núñez, Elian Stolarsky, Aïda Gomez, Enrique Marty, Javier Rodríguez Pino y Josep Tornero– que han decidido arrancarse los ojos para ver desde las múltiple posibilidades de la ceguera. Con él, desde La Gran queremos acotar uno de nuestros ámbitos principales de reflexión y situarnos en un espacio de resistencia crítica frente a la asepsia, lo delicado, lo meramente agradable al ojo, lo poco comprometido con los retos actuales o lo políticamente correcto. Y defender este posicionamiento desde lo crudo, lo carnal y lo perturbador.

Tras reconocer que el abismo –el miedo– no está delante de él sino en él, Edipo se seguirá arrancando los ojos; pero como le ocurre al doctor Xavier en el final apócrifo de la película de Corman “X: The Man with the X-Ray Eyes” (1963), tras hacerlo seguiría viendo, aunque no del mismo modo, no lo que debería. “¡Aún puedo ver!” amenaza a lo universalmente aceptado como bello, al direccionamiento de una mirada condicionada de forma histórica y a un imaginario impuesto.

A partir de una colección de imágenes de las que sus autores han hecho desaparecer la hermosa superficie, con esta exposición –y con las películas que los artistas sugieren para que salte de la galería a las pantallas de sus visitantes– pedimos al espectador el esfuerzo de abrir los ojos y no dejar de mirar para poder cuestionarse conceptos universalmente aceptados como lo bello (¿terror domesticado?), lo bueno, lo feo, lo monstruoso… como paso previo para arrancárselos, liberarse del trauma y dejar nacer a la Nueva Carne desde el cuerpo accidentado o torturado, como en “Crash”; o dispararse y desprenderse del cuerpo condicionado para construir el propio al descubrir la verdad, como el protagonista de “Videodrome”.

Contra el miedo, contra la violencia que se ejerce sobre los ojos de Alex Delarge en “La Naranja mecánica”, que busca proteger –en realidad condicionar– nuestra mirada a través del miedo al Otro o a todo lo que supura. Contra la anestesia de los sentidos, que clamaba Debray en 1992: “La triste sucesión de lo visual será posiblemente lo que le quede a la mirada demasiado protegida cuando el esqueleto y lo putrefacto, lo fétido y lo sombrío desaparezcan del saludable horizonte cotidiano.” 

 

Artistas y obras en la exposición

 

Cristina Ramírez

A través de dibujos en blanco y negro, Cristina Ramírez (Toledo, 1981) presenta escenarios en los que explora la representación del terror y el horror con un lenguaje bidimensional. Sus paisajes poseen una potente carga simbólica y una cierta ambigüedad en el tratamiento espacial, alterando la percepción de los mismos y acercándolos al plano de lo imposible.

Ha expuesto individualmente en el Palacio de los Condes de Gabia de Granada (2016), en el Espacio Iniciarte, Córdoba (2017). También ha participado en colectivas en el Museo Carmen Thyssen, Málaga (2015), el Centro Conde Duque, Madrid (2017). Entre sus premios es reseñable el Premio de Dibujo DKV-MAKMA, Valencia (2016) y la Beca de residencia y producción Fundación BilbaoArte (2018).

En “Arrancarse los ojos” mostramos dos dibujos de gran formato de la serie “Nueva carne”, un ejercicio de resistencia estética a la asepsia y el biocontrol contemporáneos que gira en torno la Nueva Carne cronenbergiana. Y conecta con la defensa que hace Artaud del impacto de lo violento en el espectador como agente liberador del inconsciente o las apelaciones de Ballard a nuestras pulsiones más elementales al celebrar la belleza del cuerpo accidentado. Para Ramírez, en su materialidad amorfa, el cuerpo fragmentado y mutado por la enfermedad o el accidente deviene un agente de resistencia al sistema del mercado liberal.  

 

Cristina Ramirez. “Vínculo”, 2020. Tinta china y acrílico sobre papel.

150x150 cm

Cristina Ramirez. “La cuerda siempre está lista”, 2020. Tinta china y acrílico sobre papel.

190x140 cm

 
 
... Abordo la representación del horror, un horror que no es de este mundo, cuyas fuerzas cósmicas invisibles actúan sobre el paisaje. En el horror cósmico no hay drama desde un punto de vista antropocéntrico; el mundo hace mucho tiempo que dejó de pertenecer al ser humano
— Cristina Ramírez
El cuerpo no es solo el lugar de las pasiones, sino el vehículo de otras fuerzas contradictorias, ajenas a la conciencia y que tampoco se pueden reducir al inconsciente, una energía que supera a los individuos, pero que cobra realidad física
— Gérard Imbert sobre el cuerpo Cronenbergiano
En las obras de Cristina Ramírez, la composición parte de esta herida, de este accidente regenerador de un nuevo cuerpo que siente desde el órgano, desde el interior del vientre. En ambos relatos aquello que permanece bajo la piel queda al descubierto de la misma forma que en su obra Crash el cuerpo interno del accidente se exterioriza. La “Devastación que puede ser fecunda”, y que de hecho, lo es, participa al crear una nueva carne Cronenbergiana, que tras la violencia del impacto libera las pulsaciones más profundas. Elementos como el humo y el fuego acompañan este cuerpo fragmentado, participan y se entrevén potencialmente de entre las sombras que emergen como símbolo del primer miedo Freudiano, la oscuridad. La inquietud que produce esta atmósfera y la agencia que toma la carnalidad de sus paisajes crea una textura visual que nos muerde, como en Videodrome, y que nos arranca los ojos, como en “El hombre con rayos X en los ojos”.
— Yaiza González
 

 

Marina Núñez

Marina Núñez (Palencia, 1966) nos invita a reflexionar sobre cómo afectan a nuestra subjetividad y a nuestra vida las cada vez más habituales interferencias entre lo humano y lo tecnológico. Una constante de su obra ha sido siempre la representación de seres aberrantes, diferentes, los que existen al margen o en contra del canon. Los cuerpos anómalos que pueblan sus obras, sus mujeres histéricas, medusas, momias, monstruos o cíborgs, a pesar de pertenecer a este territorio de lo excluido, no nos resultan lejanos sino que nos afectan e identifican. Y sus imágenes se perciben como espejos ligeramente deformados que nos sugieren que la locura o la monstruosidad son simplemente una cuestión de grado.

La obra de Marina Núñez forma parte de relevantes colecciones como las del Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, el MUSAC, la Corcoran Gallery of Art, The Katzen Art’s Center, FRAC Corse o Museo de El Cairo. Ha expuesto individualmente en prestigiosos museos y galerías de Europa, Hispanoamérica y Estados Unidos.

Los característicos cabellos de una madona gótica se han convertido en raíces o en un árbol seco para plasmar el concepto de lo gótico desde sus dos acepciones: el imaginario de las vírgenes con manto y cabellos rubios de la historia del arte y el terror gótico fantasmal cultivado por escritores como Edgar Allan Poe, Jean Ray o Bram Stroker. La atmósfera literaria que posteriormente el cine proyectó con juegos de impresiones y certezas, crea en las obras de la artista una sensación de irrealidad, de estar suspendidas en un ambiente desconcertante, enfatizado por la fuerza del pan de oro que las recoge. 

 

Marina Núñez. “Gótico (1)”, 2020. Imagen digital y pan de oro

35x25 cm

Marina Núñez. “Gótico (2)”, 2020. Imagen digital y pan de oro

35x25 cm

Marina Núñez. “Gótico (3)”, 2020. Imagen digital y pan de oro

35x30 cm

 
 
Afirma Julia Kristeva que “lo abyecto no tiene más que una cualidad, la de oponerse al yo”. Por eso, lo abyecto “no cesa de desafiar al amo” y es una estrategia tan adecuada para quienes se posicionan frente a la normatividad desde la crítica a la identidad aislada, homogénea, invariable, completa, autónoma, y “al individuo como una esencia abstracta y descarnada”. Lo abyecto diluye la frontera entre el Yo y el Otro.
— Rocío de la Villa
El misticismo que recoge la obra de Marina Núñez se alimenta de estas dudas, de estas ambigüedades y crece en forma de mujer, que con reminiscencias a las madonas góticas, desde la cabellera dorada y el manto rojo hasta el pan de oro del fondo, termina por alejarse de los aspectos maternales y compasivos de estas figuras para erigirse como raíz. El espacio ingrávido sobre el que flota esta hibridación, que contrariamente posee y porta un peso, el de la inquietante extrañeza, comprende este lado espectral y nos amenaza como doppelgänger o doble que de forma perversa no nos dejará dormir tranquilos. Confrontar las obras de Marina Núñez es enfrentarse al temor de Jonathan Harker al saberse prisionero en el castillo del Conde Drácula, es dejarse invadir por el insoportable sentimiento de tristeza ante la mansión en “La caída de la casa Usher”, y es la certeza de Edith en “La cumbre escarlata”: “Los fantasmas existen. Es todo lo que sé. Se desvanecen, junto con el pasado, como la niebla en plena luz del día y a su paso dejan enseñanzas simbólicas. Certezas simbólicas
— Yaiza González
 

 

Elian Stolarsky

El trabajo artístico de Elian Stolarsky (Montevideo, 1990) gira en torno a la relación entre memoria, migración e historia. Cómo ésta es una construcción que parte de elecciones, cómo la migración es relativa al ser humano y modifica las relaciones sociales, y cómo la memoria existe para relacionarnos y poder vincularnos desde un lado más humano. Plantea una superposición de capas en una historia no lineal, que no avanza ni retrocede sino que muta y se modifica. Stolarsky materializa estas metáforas de la insistente pulsión por no olvidar la historia desde la combinación de técnicas tradicionales como el grabado, que combina con nuevos materiales e instalaciones. 

En los últimos años ha expuesto individualmente en el Museo Nacional de Artes Visuales y el Museo Cabildo de Montevideo (2018); y colectivamente en el Ministerio de Educación y Cultura de Montevideo, Festival Internacional de Grabado y Arte sobre Papel, Bilbao (2017) y el mismo año, en Casa de Velázquez, Madrid, como artista residente. Su obra se encuentra en colecciones públicas y privadas de Uruguay, Brasil, México, Bélgica y Francia.

En las piezas de “Analogías” que mostramos, Elian Stolarsky se acerca al terror desde las imágenes históricas. La gestualidad de las manos de Hitler al ensayar sus discursos se superpone a imágenes de ciudades devastadas durante la Segunda Guerra Mundial como capas de historia difusa, enfatizando el olvido al que están condenadas. Su trabajo recupera el horror que las connota, visible en nuevos escenarios hoy en día, y materializado a través de la técnica del grabado, cuyo acto ya se acomete desde cierta violencia.

 
Elian Stolarsky. “Analogías 1, 2 y 3” (de la serie “Gestos”), 2020. Puntaseca tallada a mano sobre dos piezas de metacrilato entintadas. 40x40x2,5 cm cada una

Elian Stolarsky. “Analogías 1, 2 y 3” (de la serie “Gestos”), 2020. Puntaseca tallada a mano sobre dos piezas de metacrilato entintadas. 40x40x2,5 cm cada una

 
 
La temática que tomo en mi trabajo en este momento es sobre identidad y memoria. Me gusta trabajar con temas históricos, con miradas históricas.
(...)
Todas esas capas históricas se esconden en esa fotografía y en otras que están en mi casa. Por suerte, mi familia guardó todas estas imágenes.
— Elian Stolarsky
Su obra se refiere a una investigación constante (con su complemento de búsqueda personal-emocional) que se relaciona con su historia generacional, eslabonada en múltiples momentos que considera propios: en especial con su país de nacimiento y con la procedencia de sus familiares inmigrantes. Este sentido de filiación identitaria se dirige con el foco especial hacia el estupor derivado del Holocausto, desde los terribles acontecimientos ocurridos durante la segunda guerra mundial. La tragedia del genocidio, la destrucción en guerra y sus múltiples secuelas se hacen patentes en gran parte de su producción.
— Enrique Aguerre
 

 

Aïda Gómez

Los proyectos de Aïda Gómez (Madrid, 1986) nos alejan de los estereotipos, del sentido común más general y de la funcionalidad lógica de acciones y objetos. Su producción artística se basa en la interacción con la calle y sus viandantes: al alterar las normas del juego nos propone un cambio de actitud como jugadores. También realiza talleres para que tanto adultos como niños descubran el poder que tiene el arte urbano para transformar creativamente el espacio que habitamos.

Artista urbana con especialización en escultura por la Kunsthochschule Weißensee de Berlín y artista residente en diversos espacios e instituciones de Argentina, Polonia, Sudáfrica, Islandia, Portugal, Finlandia y Holanda.

Aïda Gómez se propone enfrentarnos a nuestra desidia y nuestras contradicciones, que muy a menudo provocan el terror en los Otros. Y más cuando esos Otros son los más vulnerables, los inmigrantes sin papeles que –por muy poco y en condiciones infrahumanas– recogen la fruta que comemos. Su proyecto para la exposición consiste en una serie de acciones de guerrilla urbana a partir de la creación de una marca ficticia de fruta, “Necropolítica. Spain”, cuyas etiquetas va a ir pegando en manzanas, peras, sandías y melocotones expuestos en los centros comerciales. 

Su objetivo es que ese concepto –Necropolítica– acuñado por el filósofo Achille Mbembe, entre en cada casa infiltrado en la fruta que compremos para llamarnos la atención sobre “esta nueva y aterradora manera de entender la realidad en la que ciertos seres humanos se convierten en una mera moneda de cambio, mercancía intercambiable o desechable según dicten unos poderes oscuros, difusos y sin escrúpulos que se apoyan en nuestras necesidades”.

 
Aïda Gómez. “Necropolítica”. Acción grabada en video. Work in progress. Duración indeterminada

Aïda Gómez. “Necropolítica”. Acción grabada en video. Work in progress. Duración indeterminada

Aïda Gómez. “Necropolítica”. Risografía sobre papel.15x21 cm. Edición de 30

Aïda Gómez. “Necropolítica”. Risografía sobre papel.15x21 cm. Edición de 30

 
 
Me gusta hacer acciones urbanas que sean fáciles de quitar, en el caso de que a alguien les moleste, esto también me permite poder salir a la calle a trabajar a cualquier hora del día, y que se me acerque gente mientras trabajo y poder hablar con ellos. Creo que la ciudad nos pertenece a todos los que habitamos en ella, yo solo hago uso de este derecho.
— Aïda Gómez
Aïda Gómez trabaja con juegos de lenguaje, crucigramas y el reemplazo lúdico de códigos sociales en nuestro entorno cotidiano. De este modo encuentra una forma de capturar y desafiar la vista de los transeúntes, convirtiéndolos en compañeros de juego en sus autodenominados “patios de recreo” en las calles de Madrid y Berlín. Al colocar carteles con juegos de búsqueda de palabras en vallas publicitarias, tejer corazones en cercas o jugar al Tetris con piezas faltantes en los paneles de una estación de metro, la artista usa técnicas simples pero subversivas y lo que ella llama materiales no violentos para revelar tesoros escondidos.
— BAZ-ART
 

 

Enrique Marty

Enrique Marty (Salamanca, 1969) mezcla diferentes medios, como la escultura, la pintura y el video, para componer impactantes escenas en las que explora lo siniestro, esas situaciones en las que lo familiar nos resulta inquietantemente extraño. Sus violentos y grotescos protagonistas y escenarios, casi siempre sacados de su entorno inmediato, nos sacuden e incomodan al perder su tranquilizador aspecto cotidiano para desplazarse al terreno teatral del esperpento y la sátira. Lo absurdo, la tensión y la angustia soterrada afloran en su trabajo, desestabilizando la realidad convencional.

Enrique Marty es uno de los artistas plásticos de su generación con mayor proyección en el panorama internacional. Ha expuesto en los más importantes museos y galerías de Europa, América Latina y Asia, y su obra forma parte de múltiples colecciones internacionales.

Toda la obra de Marty es un compendio del miedo y el horror contemporáneos, pero para la exposición hemos elegido una obra de 1999, “Don’t look now”, basada en la  película de terror homónima, así como el episodio IV de su película “All your world is pointless” (2013-2020) que es una referencia abierta al miedo; un autorretrato en el que el propio artista huye, cae por un abismo y termina torturado por una multitud de personajes. Todo ello, construido, como el resto del film, con cientos de fotogramas realizados mediante dibujo, pintura y collage y cuyo hilo conductor es la reflexión sobre la decadencia y lo absurdo de la condición humana, mostrados con crueldad y sarcasmo. 

 
Enrique Marty. “All your world is pointless”, 2013-2020. (Episodio IV).Película de animación fotograma a fotograma a partir de dibujos, pinturas y collages. 5’ 20”

Enrique Marty. “All your world is pointless”, 2013-2020. (Episodio IV).Película de animación fotograma a fotograma a partir de dibujos, pinturas y collages. 5’ 20”

Enrique Marty, “Don’t look now”, 1999.

Oleo sobre tabla. 50x50 cm cada uno

Enrique Marty, “Crash”, (de la Serie “Black paintings”), 1997.

Óleo sobre tabla. Políptico de 4 piezas. 30x30 cm cada una

 
 
La propuesta “All your world is pointless” [“Todo tu mundo carece de sentido] es como un tronco central en el que se reestructura toda la obra. Es un vídeo que no va a terminar nunca. Sería absurdo que lo diera por terminado porque va a ser ese centro. Es como un cuaderno de notas donde voy volcando los pensamientos mas primarios, por eso todo tiene ese aire onírico.
— Enrique Marty
Esculturas fallidas, monumentos falsos, ídolos caídos, fanáticos e inadaptados, pies grandes y cerebros delirantes. Enrique Marty expresa una y otra vez la “sensación de fracaso”, el absurdo y el malentendido que, lejos de obstruir el engranaje del mundo, lo lubrica. Pero no todo está perdido. Si en algo cree este artista salmantino es en la catarsis, en que el miedo y la risa pueden reconciliarnos con nuestros fantasmas. Para ello dispone sobre su mesa de mezclas a filósofos, películas de serie b, al psicoanálisis y a artistas que como Ensor o Goya osaron radiografiar la farsa humana, la mascarada social. Y, lo más importante, en la primera pista registra una dramaturgia actuada por sus padres y amigos, pues lo siniestro no es más que el envés de lo familiar.
— Anna Adell
 

 

Javier Rodríguez Pino

La práctica artística de Javier Rodríguez Pino (Santiago de Chile, 1981) explora las imágenes y relatos que se desprenden de los escenarios de violencia política en Chile. Utiliza el lenguaje cinematográfico, la gráfica política y el ensayo histórico en formato comic para desarrollar trabajos situados entre el dibujo, el pop de terror y la Historia Social. Sus obras se transforman en herramientas críticas con el fin de recuperar el territorio simbólico del poder popular en Chile, antes de Pinochet, usurpado por los imaginarios y relatos dominantes.   

Sus proyectos han sido presentados en Laznia Center for Contemporary Art, Polonia (2020), MeetFactory, Praga (2019), Galería Metales Pesados Visual, Museo Nacional de Bellas Artes, Santiago de Chile (2017 y 2016), Matadero, Madrid (2015), entre otros. Sus trabajos han sido adquiridos por colecciones institucionales e individuales de distintos países.

De él mostramos un políptico de la serie “Cobra” (2020) realizado mediante xilografía y en el que el registro casi expresionista y el uso y la huella de la gubia reproducen el gesto violento de unos hechos que el artista narra haciendo referencia a las liras populares, el comic y el cine: se trata de varios episodios de tortura y terror político ejercidos por agentes del Estado chileno en los últimos diez años.

 

Javier Rodríguez Pino. “Cobra (Hualpén)”, 2020. Xilografía sobre papel.

10 piezas de 40x30 cm cada una

Javier Rodríguez Pino. “Quemados”. 2020. Lápiz de grafito sobre papel. 3 dibujos de 100x70 cm cada uno100x210 cm

Javier Rodríguez Pino. “Quemados”. 2020. Lápiz de grafito sobre papel. 3 dibujos de 100x70 cm cada uno

100x210 cm

 
 
Trabajo desde el cómic como crítica gráfica. Planteo una relación dramática, oscura y monstruosa de imaginarios políticos concretos con otros escenarios para generar un alcance o un des-alcance a esta imagen del mal
— Javier Rodríguez Pino
La multiplicidad de técnicas en «Cobra» busca sugerir una variedad de sensaciones en torno al perturbador relato que nos cuenta: el de la tortura en el Chile actual. Dichas sensaciones alcanzan rasgos variados que van desde la reflexión al desasosiego. Como parte de los primeros, se encuentran todos aquellos que se aproximan a la objetividad fotográfica y, en cuanto a los segundos, al expresionismo derivado de imágenes procedentes de una mixtura entre fotografía y memoria. Entre ambos extremos se produce un ritmo dinámico que intenta generar un eco sensorial a la cadencia del relato conceptual proveniente de las palabras.
— Javier Rodríguez Pino
 

 

Josep Tornero

Josep Tornero (Manises, Valencia, 1973) parte de un trabajo previo de búsqueda y archivo realizando instalaciones pictóricas a modo de collage y buscando correspondencias entre imágenes en apariencia inconexas que permitan construir una historia. El extraordinario uso del blanco y negro y los efectos pictóricos de arrastre vienen a resaltar la crudeza de la luz mortecina de la que emergen, como fantasmas del pasado, imágenes de rostros carcomidos por el miedo y de otras figuras grotescas que intentan remover la conciencia del espectador y que este no quede impasible.

Su obra se encuentra en colecciones como las del Parlamento de la Rioja, Reales Academias de España en Roma y de Bellas Artes de San Carlos de Valencia o Universidad de Murcia. Entre sus premios destaca la Beca de residencia 2019 de la Casa de Velázquez en Madrid que iniciará en Septiembre de este año. 

El propio Tornero describe el políptico de cinco óleos que muestra en la exposición: “Disputarse la realidad desde la imagen, dar visibilidad a lo concebible. La pregunta que estas pinturas arrastran nace, como ellas, desde el atisbo, desde la sensación. De ese modo el montaje pictórico no anida historias, sino más bien figuras que truncan toda relación. Y aun así, comparten las señales de donde parten: inquietud, desgarradura. La memoria contenida se ha vuelto un espacio oscuro de límites borrosos, de manchas y heridas producidas por el paso del tiempo, como la certeza arcaica, primitiva, por la cual se sabe —nos sabemos— condenados a algo que la sobrepasa. La imagen es peligro, incluso el peligro de un recuerdo. Es el peligro contenido en el deseo, o más bien en el oscuro código del deseo, que nos empuja al vértigo y el hundimiento. Relación del terror con el mito, que remite a origen y fuente de lo poético. Miedo irracional que surge de la profundidad del inconsciente, ante la angustia de aquello que sin ser conocido, es angustiosamente perceptible, y desde la oscuridad crece contra el hombre.”

 

Josep Tornero, “Elegías”, 2020.

Óleo sobre cinco lienzos. 61x150 cm

 
 
En pintura es obvio que debo hacer una referencia obligada a Gerhard Richter, pero me interesa mucho el cine primitivo o el uso inicial de la fotografía. El cine de Bergman, Tarkovski, Pasolini y Lynch, las lecturas a propósito de Nietzsche, Celan, Didi-Huberman, Cioran, Pavese, los mosqueteros de Dumas, la poesía de Bukowsky, Pessoa, Caballero Bonald.
— Josep Tornero
Mi trabajo consiste en aproximarme a la historia de las imágenes y a la historia del arte, y trabajar respecto a todo lo que ha acontecido. Por eso queda también una mirada hacia el pasado, en blanco y negro, algo que se remonta a la fotografía histórica, con la que muestro mucho vínculo.
— Josep Tornero
Canto y llanto penetran pues la realidad alienada mientras Josep Tornero plantea el abismal escenario de la patología humana. Sin embargo, ello no implica el naufragio de la existencia, sino el descubrimiento de su fragilidad y el desvelamiento de la falsa evidencia del documento directo. Se trata de paisajes contemporáneos donde no importa la veracidad de la representación, sino su capacidad de signo para vislumbrar el devenir de los tiempos, que quizás no puedan mostrarse más que como rastro espectral y latencia de un peligro.
— Pedro Medina
 

 
 

Ciclo de cine “Arrancarse los ojos”

Las imágenes y las obras de “Arrancarse los ojos” no son producto de un arte del agotamiento, puesto que su transcurso y estudio, en tanto a imágenes, continúa. Mas bien, siguiendo a Didi Huberman son imágenes supervivientes; "El arte no solo forma parte de la historia de la cultura, sino también de la historia de su transmisión y de su supervivencia". Con ello, para completar esta exposición, creemos necesario hacer llegar junto a las obras todas las referencias fílmicas que han nutrido los distintos discursos artísticos que recorren la muestra. Con el objetivo de que el espectador pueda leerlas, verlas y sentirlas desde la complejidad del fenómeno, desde la transversalidad de las artes y desde su vigencia.

 "El hombre con rayos X en los ojos" Roger Corman

 "El proyecto de la bruja de Blair" Daniel Myrick y Eduardo Sánchez 

 "Don´t look now" Nicolas Roeg

 "Nuit et Brouillard" ("Noche y niebla") Alain Resnais

 "The tenant" Roman Polanski

"Crash" David Cronenberg

 "Videodrome" David Cronenberg

 "Dans ma peau" Marina de Van

 "The Innocents" Jack Clayton

 "The Haunting" Robert Wise 

 "La caída de la casa Usher" Roger Corman

 “Los Ojos sin Rostro” Georges Franju

 "La naranja mecánica" Stanley Kubrick

"El Hombre Elefante” David Lynch

“Cabeza Borradora” David Lynch

"Everything is Illuminated" Liev Schreiber

"Zerkalo" ("El Espejo") Andréi Tarkovsky

“Edipo” Pier Paolo Pasolini 

"Un cuchillo en el ojo" Michael Borremans