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“Un mundo que no existe”. Recorrido (Viewing room)

Ana Teresa Barboza, Noemí Iglesias, Laura López Balza, María Acuyo

De 21 de enero a 6 de marzo de 2021

 

Un mundo que no existe es una exposición colectiva desarrollada junto a Espacio Líquido que muestra pinturas, dibujos, fotografías intervenidas con tejido y esculturas en porcelana realizadas por cuatro mujeres artistas, Ana Teresa Barboza, Laura López Balza, Maria Acuyo y Noemí Iglesias, que se alejan de la objetividad ficcional de todos los paisajes en los que lo natural es protagonista para componer mundos que, por diferentes motivos, no existen.

La naturaleza presente en los paisajes que proponemos en Un mundo que no existe late y respira, es dadora de vida y se genera de emociones, vivencias, paisajes interiores y mundos oníricos. Frente a los paisajes que acostumbramos a ver en toda la historiografía del arte –realizados en su mayoría por nombres en masculino– desarrollamos un proyecto expositivo con cuatro mujeres artistas –Ana Teresa Barboza, Laura López Balza, Maria Acuyo y Noemí Iglesias– que se alejan de la objetividad ficcional para componer mundos que, por diferentes motivos, no existen.

Lejos quedan esos paisajes idealizados, exotizados, repletos de abundancia y animales de tierras lejanas. Escenas bucólicas de jardines franceses e ingleses con arquitecturas Palladianas; de bosques impenetrables con atmósferas medievales colmados de ruinas… todo un imaginario pictórico sujeto a nuestra retina que más allá de conformar un retrato fidedigno de una realidad y un momento concreto, representan ficciones sustentadas en el progreso científico, la temporalidad moderna o la construcción del Otro. Ideas que constantemente han sobrevolado cada una de las pinceladas del género paisajístico con el objetivo de constituir una mirada única basada en la hegemonía del ocularcentrismo.

La temporalidad adscrita a esas imágenes impuso un tiempo único, productivo y tecnológico. Conformaron una sociedad abiótica cuya herencia en el capitalismo actual ha terminado por llevar este tiempo hegemónico a sus cotas más altas, creando toda una semántica de la producción actual basada en devorar lo limítrofe, como la naturaleza, para terminar por convertirlo en herramienta útil. El modo de utilizarlo y las consecuencias que ello acarrea no tienen la mayor relevancia en nuestro contexto actual.

Las artistas aquí reunidas crean con los ritmos orgánicos, pausados y densos de lo natural mediante composiciones que parten de vivencias personales en un territorio lejano –real, abstracto o mental– que no exotizan, sino que comprenden en todas sus narrativas míticas para incluirse en ellas. Sus obras recorren paisajes íntimos y tangibles desde una temporalidad y un ritmo más propio de la naturaleza de lo afectivo y de lo orgánico que de la instantaneidad contemporánea.

Componen mundos que no existen, plantean aproximaciones desde distintos lugares en torno al paisaje y al mundo natural; escenarios diferentes con un punto en común, la necesidad de seguir activándolos en la actualidad. Sus propuestas no crean el paisaje; son el paisaje. Lo generan y ellas mismas se generan. Se conforman cartografía que alberga las distintas formas de vida natural, regidas por los tiempos de gestación y maduración en sus procesos y asociándose simbióticamente con sus distintos hábitat biogeográficos, culturales e históricos.

La lucha por la existencia de los mundos que no existen depende de que cada espectador consiga conformarse paisaje natural, deteniendo su cuerpo y mente al enfrentarse a las obras. De que pueda servirse también de todos los organismos allí situados para producir una nueva ciencia natural de las relaciones con ellos, que no surgirá del aspecto racional, sino del empírico, sensitivo y emocional.

 

Artistas y obras en la exposición

 

Ana Teresa Barboza y Noemí Iglesias

Los paisajes ficcionales creados por Ana Teresa Barboza y Noemí Iglesias presentan una forma de acercarnos al ecosistema natural desde una imbricación completa con el mismo. La experiencia directa con sus creaciones parte de una cuidada manufactura –relacionada con el contexto–, por los componentes utilizados y las materializaciones híbridas que constituyen multitud de realidades. Conforman utopías de mundos que no existen, porque no los vemos o porque están a punto de desaparecer… Entendiendo sus ficciones desde el poso de realidad que las estructuran y que en sus trabajos son la política, la ecología o nuestra relación con el medio. La conexión de sus obras con el paisaje no se produce de manera unidireccional, como una experiencia para el ojo, sino como un modo de situarnos ante el contexto de lo natural como forma de pensamiento y de habitabilidad, otorgándole a nuestras reflexiones el poder propio de la naturaleza sensible y consciente.

 

Ana Teresa Barboza

Ana Teresa Barboza (Lima, 1981), utiliza el tejido y otras técnicas artesanales tradicionales para transmitir al espectador una observación meditativa y poderosa sobre todo aquello que le rodea. Inicialmente su trabajo tenía que ver con la conciencia del cuerpo humano, representándolo como una estructura seccionada, recompuesta y decorada mediante la costura y el bordado para reflexionar sobre su relación con los demás.

Posteriormente esa mirada se desplaza hacia su entorno, para concentrarse en los vínculos que la unen con los otros y su obra inflexiona para adquirir un carácter más social, abriéndose a reflexionar sobre la transformación de la naturaleza y la relación o contacto de los humanos con ella, para lo que utiliza el bordado y el tejido para hacer un paralelo entre el trabajo manual y los procesos de la naturaleza, creando estructuras con el hilo similares a las que hace una planta, por ejemplo. En algunas obras se simulan experimentos que buscan recomponer la naturaleza con otro orden, enseñándonos a mirarla nuevamente.

Su trabajo actual busca reaprender de la labor de los artesanos para restablecer el contacto con los procesos manuales y corporales con que la herencia, la cultura y las imágenes han ido tomando forma y mostrar las huellas dejadas por el cuerpo y la naturaleza en ellos.

Licenciada en la Facultad de Arte, ha participado en exposiciones individuales y colectivas en Sudamérica, Norteamérica y Europa y ha ampliado estudios y realizado residencias en París, Taipei, Ginebra y Lima.


En “Un mundo que no existe” realiza una serie de trabajos combinando fibras naturales en sus tejidos y el registro fotográfico del paisaje peruano. La construcción de estas ficciones conecta el acto del tejer, tan vinculado a la mujer, lo íntimo y lo doméstico, con una perspectiva creadora, irrumpiendo con fuerza en este territorio poblado por hombres. La artista transforma el paisaje con el fin de que el cambio en nuestra conciencia, con respecto a su recorrido y vivencia, sea real. El espectro de lo natural ha recorrido sus trabajos desde el estudio y la experimentación de las plantas, la tierra, e incluso el poder simbólico y ritual del agua. Y son justamente estas investigaciones del paisaje y el contexto latinoamericano las que se encuentran cruzadas por cuestiones políticas, que tanto han sobrevolado y potenciado su contexto y que, en su caso, se presentan desde la denuncia de un paisaje violentado por ser de otros, por ser ficcionado desde el exterior y por ser continuamente destruido en pos de la productividad. Por tanto, la forma de habitarlo desde nuevas posibilidades parte del motor de cambio que supone su práctica artística y que concreta en sus obras, connotadas por cuestiones cercanas al medio ambiente y al ecologismo.


 

Ana Teresa Barboza. “Lomas de Lachay, 1” y “Lomas de Lachay, 2”, 2020. Tejido en telar con hilo de algodón, oveja y alpaca teñido con tintes naturales, bordado sobre fotografía digital en papel de algodón.

86x80 y 62x80 cm

Ana Teresa Barboza. “Rituales”, 2020. Bordado en tela de algodón, hilos de algodón, oveja y alpaca teñidos con tintes naturales, dibujo en grafito.

4 piezas de 53x36 cm cada una

 
 
En estas piezas me aproximo al mundo vegetal y al paisaje. A través del laborioso y minucioso trabajo del bordado y el tejido trato de acercarme a sus ritmos y su constante transformación, y así forzarnos a tomar una mirada contemplativa sobre nuestro entorno. La imagen es tejida a partir de mapas geológicos, climáticos e hidrológicos de las zonas donde la fotografía fue tomada. Los hilos que componen la imagen están hechos de fibras animales y vegetales y teñidos con tintes naturales por comunidades cercanas al paisaje que vemos en la foto.
— Ana Teresa Barboza
Con nuestras manos empezamos a transformar la naturaleza para fabricar herramientas, a la espera de introducir el confort en nuestro quehacer cotidiano. Dentro de esas prácticas son los modos artesanales de las técnicas productivas, como el tejido y el bordado, los que aún mantienen su afinidad con el pulso de los procesos naturales. El tejido y el bordado asemejan, así, el invisible crecimiento de las estructuras de las plantas, en un trabajo manual lento, que congela y superpone distintos fragmentos del tiempo en una imagen compuesta por delgados hilos.
— Gabriela Manrique
Tejer nos relaciona con el entorno. La base del tejido es la fibra; algunas provienen de plantas y otras de pelajes de animales, y cada una nos remite a un lugar de origen. Con el tiempo los artesanos de cada zona han desarrollado diferentes técnicas para trabajarlas. Las fibras se adaptan a distintos lugares, variando su dureza, espesor y color. Donde crece el junco se tejen canastas, donde aparece la totora se hacen tapetes y donde hay toquilla se tejen sombreros. Las fibras siguen los ritmos orgánicos y al tejer toman la forma del cuerpo que es envuelto. Una canasta se teje alrededor de un molde, como la corteza de un árbol se pliega alrededor del tronco; o como las capas geológicas circundan y envuelven la tierra. El tejido se pliega, nos cubre y protege. Es la superficie que nos rodea.
— Rafael Freyre
 

 

Noemí Iglesias

Noemí Iglesias (Asturias, 1987) se define trabajando con medios escultóricos y formatos performativos de larga duración. Es un claro ejemplo de nomadismo contemporáneo: desde el año 2009 ha vivido y trabajado en Grecia, Inglaterra, Finlandia, Italia, Hungría, Taiwan y Portugal.

Su trabajo representa lo que ella define como actual mercantilización del enamoramiento y cómo los patrones emocionales son asumidos socialmente como iconos de consumo en la producción de una utopía romántica. En ella, las experiencias sentimentales se presentan a través de productos fabricados por industrias específicas que transforman las pautas emocionales en estrategias consumistas. Su obra ha podido verse en centros españoles como Laboral Centro de Arte en Gijón, el Museo Arqueológico de Oviedo. Y fuera de España en el Gimhae Clayarch Museum de Korea, la galería Mumu y la North Gallery de Tainan en Taiwan o el Contemporary Art Center de Atenas. En 2021 recibe el premio LABjoven_Los Bragales.

El mundo natural ha recorrido todos los trabajos de Noemí Iglesias. Lo vemos en sus delicadas flores de porcelana y en sus proyectos, en ocasiones performativos, donde cuestiona temáticas universales como el amor y su mercantilización; el deseo y la transformación política, o los sistemas patriarcales en el entorno industrial. En Un mundo que no existe muestra criaturas híbridas, una combinación del cuerpo de un loro –paradigma de animal exótico– con un acabado de flores que cubre y crece por todo su rostro. Los pequeños brotes son sus vías respiratorias; su simbiosis es clara, la pervivencia de uno no puede darse sin el otro. Y en este sentido metafórico, nuestra relación con el mundo natural parte de esta dependencia. Más allá de nuestra inclusión implícita en las obras, estas criaturas abren nuestra mente a nuevos imaginarios posibles, nuevas formas de imaginar y pensar el territorio natural alejadas de las imágenes ficcionales, objetivas y asépticas de la razón.

 

Noemí Iglesias.”El Gran”, 2021.Técnica floral hecha a mano. Porcelana cocida a 1.280º por oxidación.

23x10x15 cm

Noemí Iglesias. “Isolation I”, 2020. Técnica floral hecha a mano. Porcelana y pigmento amarillo. Cocción a 1.260º por oxidación.

17x16x4 cm

Noemí Iglesias. “Isolation IV”, 2020. Técnica floral hecha a mano. Porcelana y pigmento amarillo y negro. Cocción a 1.260º por oxidación.

23x24x3 cm

 
 
La técnica de producción floral cerámica es un oficio industrial que fue desempeñado íntegramente por mujeres a lo largo de los siglos XIX y XX en las fábricas de cerámica europeas. En un marco jerárquicamente patriarcal, como es el entorno industrial, la presencia femenina ha sido siempre un claro ejemplo de segregación laboral que se traducía en una inferioridad salarial y por tanto una dependencia económica de las mujeres con respecto a los trabajadores masculinos. Por la dificultad y el tiempo que se emplea en hacer cada una de las flores, es una técnica que está prácticamente desaparecida.
— Noemí Iglesias
En mi trabajo, recupero este proceso tradicional para representar la actual mercantilización del enamoramiento y cómo los patrones emocionales son asumidos socialmente como iconos de consumo en la producción de una utopía romántica, donde las experiencias sentimentales se presentan como estrategias comerciales a través de productos fabricados por industrias específicas.
— Noemí Iglesias
La porcelana tiene un valor histórico milenario y es necesaria su presencia en los círculos contemporáneos
— Noemí Iglesias
 

 

Laura López Balza y María Acuyo

Los paisajes subjetivos de Laura López Balza y Maria Acuyo parten del interior y reverencian la importancia de la profundidad de los relatos que acontecen en sus obras, frente a la historia oficial objetiva. Las artistas crean enigmáticas escenografías que se alejan de los aspectos superficiales, partiendo de vivencias, del poder simbólico de los elementos creados y la plasticidad orgánica de la pintura. Formas celulares, atmósferas con veladuras y escenas de gran fuerza cromática nos cautivan y activan nuestra imaginación para conectarnos con lo simbólico que trae consigo el rito y la creencia.

 

Laura López Balza

Los dibujos y pinturas de Laura López Balza (Cantabria, 1984) son enérgicos, cercanos, divertidos, desinhibidos y a veces ácidos. Con ellos muestra y contagia su entusiasmo por la infinita riqueza y variedad de lo observado, lo vivido y lo imaginado.

Su obra trata las emociones primarias de una manera pasional y expresiva y narra su propia experiencia vital a través de un mundo interior compuesto de fábulas protagonizadas por la naturaleza, el paisaje o lo cotidiano. Son historias mínimas; recordadas, imaginadas, vividas o idealizadas que reflejan anhelos, preferencias o miedos; pero siempre son un canto a la joie de vivre.


Una de las referencias que Laura López Balza toma en sus trabajos es el aspecto mítico de las leyendas en Senegal, su lugar de residencia. En sus propias palabras, la magia de lo cotidiano, existe en el lenguaje performativo, puesto que los actos de enunciación de los relatos son los que crean la realidad al nombrarlos. Una palabra convertida en acción, que al ser transmitida por la tradición oral, López Balza replica a modo de simulacro mediante el lenguaje pictórico. Designa el rito, los personajes y el contexto natural como constructo de una nueva mitología, una invención perpetua. Su relación con ella se produce, como con el paisaje que representa, desde sus propias vivencias. Con una mirada íntima que parte de las emociones y dota a la naturaleza que recorre de un carácter organicista y sensitivo.

La artista trata escenas, personajes y colores con un diseño muy personal y característico, formalmente primitivista, que recuerda al art brut. Las reglas de perspectiva y proporción quedan eliminadas para acentuar el poder visual de unas composiciones en las que un poderoso cromatismo, atravesado por lo imaginado y el rito, da forma al microcosmos de la artista.

 
Laura López Balza. “La tarde en que comieron dátiles en un oasis de Mauritania sin salir de Senegal”, 2020. Acrílico sobre papel.                        73x108 cm

Laura López Balza. “La tarde en que comieron dátiles en un oasis de Mauritania sin salir de Senegal”, 2020. Acrílico sobre papel.

73x108 cm

Laura López Balza. “En la época en la que se adoraba a la naturaleza, la mujer del pueblo del norte concibió gemelos, un niño y una boa”, 2020. Acrílico sobre papel. 73x108 cm

Laura López Balza. “En la época en la que se adoraba a la naturaleza, la mujer del pueblo del norte concibió gemelos, un niño y una boa”, 2020. Acrílico sobre papel.

73x108 cm

Laura López Balza. “Todos los viernes, el Rey de la Tierra visitaba a su hermana la Reina del Agua, quien le enseñaba su cantar”, 2020. Acrílico sobre papel. 73x108 cm

Laura López Balza. “Todos los viernes, el Rey de la Tierra visitaba a su hermana la Reina del Agua, quien le enseñaba su cantar”, 2020. Acrílico sobre papel.

73x108 cm

 
 
se basa en la expresión visual de vivencias e imaginaciones personales. Su plasmación plástica está definida por una gran intensidad en la interacción cromática y un cierto primitivismo en la forma. En ese sentido es una obra antiacadémica que conecta con posiciones de gran trascendencia en el arte contemporáneo, aquellas que eligen no respetar de manera rígida las leyes de la pintura ilusionista y afirman una relativa planitud del color y la forma para conseguir una mayor expresividad e interacción. Su obra es enérgica, cercana, divertida, desinhibida y ácida. Muestra y contagia su entusiasmo por la infinita riqueza y variedad de los visible y lo imaginable.
— Ignacio Pérez-Jofre
Pintar. Pintar para ver. Pintar para conocer y comprender. Pintar como registro de vivencias personales. Pintar como salida, más allá de la realidad misma.
— Laura López Balza
Su obra trata las emociones primarias de una manera pasional y expresiva, dirigiéndose desde su percepción sensible al subconsciente del espectador, abordándole a través del disfrute de la estética, de la calidez. Sus dos principales series, “Tesoros del devenir” y “Epopeyas”, hablan sobre la relación entre las personas y el entorno que les rodea y sobre los vínculos que establecen con él, sobre el disfrute de los momentos estéticos del mundo, sobre la posibilidad de imaginar y disfrutar haciéndolo; Laura López Balza es una cuentacuentos, que sólo exige al espectador el que mantenga la mente abierta a la belleza y al disfrute. Su trabajo entronca con la tradición pictórica, dándole una interpretación contemporánea.
— Eloy Arribas
En Senegal no existe ese miedo al color. La tradición y la cultura van ligadas al arte
— Laura López Balza
 

 

María Acuyo

El trabajo conceptual de María Acuyo (Granada, 1972) se basa en la naturaleza de lo orgánico y como consecuencia el paisaje. Ligada a la biología por su formación compone todo un imaginario sensible a modo de espacio para el descubrimiento y la reflexión. Con sus obras crea elementos que no existen y que solo pueden tener cabida en la pintura. 

Ha expuesto en galerías como Casaborne, Milagros Delicado, Sandunga, Maria Llanos o Álvaro Alcázar y participado en Ferias como ARCO, Arte Lisboa, Arte Santander, Art Salamanca, Valencia Art o Foro Sur. Su obra está presente en colecciones como del CAC Málaga, Junta de Andalucía, Universidad de Granada, Diputación de Cáceres, Fundación Bennetton, Fundación Unicaja, Fundación Jesús Bárcenas, entre otras.


Las pinturas de Maria Acuyo liberan una atracción siniestra generada por la convivencia de formas crípticas y abstractas junto a paisajes románticos realistas. Con su obra busca con tesón la esencia de lo plástico para llegar al equilibrio en las composiciones. El sustrato que encontramos entre sus óvalos, veladuras y masas es todo un imaginario orgánico que durante años ha cultivado con una destreza técnica casi automática a partir de su formación científica. También su ordenación de los procesos artísticos nace de los sistemas biológicos que encontramos en la naturaleza, entendiendo cada subsistema como una composición de sucesivos, y una jerarquización funcional donde los que se encuentran en los primeros niveles regulan a los siguientes. En sus pinturas, son las primeras capas las que jerarquizan las subsiguientes, y de esta forma, la práctica de elaborar capa sobre capa, adquiere un poder que regula el peso y la forma de los elementos estructurales.

El resultado son escenas naturales con atmósferas que suavizan las capas superpuestas y que nos introducen en los aspectos más ocultos de nuestro inconsciente. Acuyo desea, como los surrealistas, eliminar la intervención reguladora de la razón –en palabras del propio Bretón– y dejarse guiar por los mundos oníricos de nuestra imaginación.


 
María Acuyo. ”Sin Título”, 2021. Óleo sobre lienzo. 120x120 cm

María Acuyo. ”Sin Título”, 2021. Óleo sobre lienzo.

120x120 cm

María Acuyo. ”Sin Título”, 2021. Óleo sobre lienzo. 120x120 cm

María Acuyo. ”Sin Título”, 2021. Óleo sobre lienzo.

120x120 cm

María Acuyo. ”Sin Título”, 2018. Acrílico sobre papel de algodón y caja de metacrilato.

36x24x5 cm

 
 
Mi obra se nutre de la observación, del descubrimiento de los procesos de la naturaleza, no desde su aspecto más superficial, sino desde sus secretos más profundos. Me interesa tratar la pintura como una proyección de algo más primigenio, desvelándose lo orgánico como antesala para comprender lo esencial, lo oculto. Otorgando a la materia un estado más reflexivo, buscando y utilizando sus propias leyes físicas de una manera intuitiva, aprendiendo el sentido interno de la forma y de sus propiedades como reflejo de ese orden global que definen muchos de los procesos que nos rodean.
Con una marcada influencia de la microbiología y de las estructuras anatómicas de los seres vivos, en parte debido a mi formación científica, busco desarrollar un proceso gráfico y pictórico con el que construir una realidad ficticia que cubra las formas con sutiles velos narrativos, creando imágenes ambiguas que escapan del subconsciente seduciendo al observador por su extraña familiaridad. Parto del vacío aséptico del soporte para construir un microcosmos de elementos contradictorios. Al igual que yo, mi trabajo se nutre de la dialéctica, de la definición antagónica: Las energías se liberan y tras la tormenta, acaba definiéndose la armonía… el frágil equilibrio de la forma.
— María Acuyo
Son imágenes que viven y se desenvuelven en los límites de lo reconocible, que abrazan la exactitud con tal naturalidad y fluidez que parecen haber surgido por si mismas. Tan sugerentes y voluptuosas que consiguen atrapar la mente del que las observa.
— Jesús de Haro H.
Es ésta, una pintura de microcosmos energéticos que vitalizan pequeños universos en progresión expansiva y en constante proceso de integración universal.
— Joan Feliu
 

 

Entrevistas y vídeos

Laura López Balza

 

¿Qué es para ti el paisaje en el marco del arte contemporáneo actual y en tus trabajos?

En mis trabajos, el paisaje, con frecuencia, es el tema central y punto de partida de la obra, aquello  que te deja  perplejo y seduce, siendo capaz de despertar ciertos sentimientos que motivan la acción creadora. Es el marco de la narración -el espacio donde las cosas se suceden, sea real o imaginado-  y también un pretexto para pintar, para crear con trazos y colores las  formas y manchas que compondrán la obra.  

El paisaje nos habla de la naturaleza, pero de una manera subjetiva: damos sentido a un fragmento de naturaleza cuando fijamos nuestra percepción sobre ella, acotando su inmensidad y haciéndola abarcable. En mi caso, me acerco al mundo natural con respeto, admiración y devoción. Aparece humanizado, pues entra en el ámbito de lo vital. Se participa de él a través de los lazos y complicidades establecidas y se presenta como una vivencia, adquiriendo un sentido personal: a partir de la propia experiencia vinculada a las sensaciones subjetivas se proyecta una mirada hacia la naturaleza de carácter organicista y sentimental, vinculada a la intimidad y a las emociones.

Laura López Balza_ fotos de estudio_2021_Senegal_6.jpeg
 

¿Qué cuestiones atraviesan el género del paisaje, y en qué medida te facilita para tu planteamiento conceptual utilizarlo? ¿Crees que potencia el entendimiento que planteas en torno a la idea de paisaje la técnica que utilizas?

Una cuestión que me interesa de este género es el  doble movimiento interno -externo que aparece en la relación recíproca entre la naturaleza y aquel que la habita y percibe: la mirada se dirige  hacia la naturaleza circundante y hacia el propio interior, a través de las pasiones y sentimientos despertados, y el tamiz de la experiencia personal posibilita una  contemplación más intensa. Así que el paisaje se personaliza y el interior de la persona se entiende como un paisaje. Mi experiencia del espacio tiene que ver con mi proyección personal del mundo, con aquello que en él se imprime, por lo que la noción de paisaje, en mi caso,  va más allá de la  objetividad.

 
 

La pintura y la capacidad expresiva de sus componentes funcionan como un lenguaje capaz de narrar estas historias personales de aquí y de allá, enfatizando la magia de lo cotidiano: los paisajes de ambos continentes -rurales, sublimes, con  la diversa flora y fauna que los integran y su cambio según las estaciones del año- y el retrato de las gentes que pueblan  dichos  espacios - sus ocupaciones, creencias, tradiciones, ritos, costumbres y rutinas, que dejan entrever las relaciones humanas que estructuran la vida en sociedad,  las pequeñas diferencias y las grandes similitudes entre diferentes culturas- . En los cuadros, también, hay un componente personal muy marcado, sea como protagonista o como espectadora que se adapta a cada entorno, las situaciones representadas parten de lo que he vivido, imaginado o aquello que me han transmitido oralmente en estos desplazamientos.  Los recuerdos y sensaciones de las experiencias, la imaginación y el lenguaje propio de la pintura son los artífices de estas obras creadas durante las temporadas entre ambos continentes, que conforman mi mundo en un  viaje que es presente continuo, acompañando la pintura al hallazgo y admiración de lo que acontece en el vivir. 

 
 

En parte de mis trabajos sobre paisaje está presente la cuestión del viaje: la inquietud por conocer nuevos territorios y culturas, de registrarlos y contarlos de alguna manera en forma de pintura y dibujo, para dar cuenta de la extraordinaria diversidad y belleza existente. Se despierta la necesidad de disfrutar de semejantes encuentros y el asombro por el mundo, lo cual implica la búsqueda del sentido,  que es profundamente enigmático.  En estas pinturas de paisaje quedan registradas, por un lado las sensaciones e impresiones de lo presenciado y vivido y por otro las creencias de las gentes que se conocen a lo largo del viaje.  A través de la pintura se lleva a cabo un viaje entre África (Senegal) y Europa, que coincide con las vivencias personales entre ambos continentes.  En mi caso, lo que comienzan siendo viajes esporádicos y de corta duración acaba siendo un asentamiento que hace que el  hogar se desplace de Cantabria a Senegal. Así, la vuelta a Europa, a mi cultura y  lo conocido, se convierte en pequeñas estancias que condicionan la manera de estar. En este ir y venir, en el viaje, se cuecen estas obras, que contienen un relato abierto basado en el contexto en el que se  ha realizado, que acerca al espectador lo representado, dejando a su vez vía libre a la  interpretación de su parte.  

 
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El paisaje en el pasado se planteaba como una realidad concreta de un determinado lugar, no obstante se construían como construcciones ficcionales y parametrizadas. ¿Te interesa indagar en el paisaje como construcción histórica, social, política… tal y como se ha presentado a lo largo de la historia del arte? Y, por otro lado, queda algo de esta constitución del paisaje histórico en tus obras, de qué referencias beben directamente tus trabajos? ¿qué peso tiene la tradición paisajística africana en tus trabajos, en qué elementos o matices se pueden leer estas referencias?

El paisaje es histórico, pues marca la existencia de las culturas que lo habitan; es un objeto geográfico; y también una imagen creada, tanto por las miradas recogidas a lo largo del tiempo como por la experiencia directa y  particular del entorno vital. La Naturaleza rodea y conforma a personas y pueblos, hay presencia humana por doquier. Estamos ligados  al espacio, al entorno a través del cuerpo y la percepción, quedando implicados en el mundo: lo hacemos nuestro, lo habitamos, dejamos huella y así nos reconocemos en él. El paisaje está poblado del simbólico universo humano. Los paisajes reflejan la imagen de los lugares poblados por los seres humanos, conformando la historia y cultura de las sociedades. Estos cuatro paisajes seleccionados para la exposición hablan de naturaleza pero también hablan de cultura, de tradición, de creencias y de la historia de un lugar concreto. A veces los lugares son conocidos, pero en otras ocasiones el único contacto que tengo con ellos es a través de la transmisión oral – muy frecuente en la cultura africana- , de los relatos que sus habitantes han compartido y a los que he viajado a través de la imaginación. La técnica empleada es la que me permite abordarlos de la mejor manera: aunque parten de elementos reconocidos – flora, fauna, personas…- se trabajan con libertad en los trazos y tonalidades. En estas pinturas hay una amalgama de influencias que van desde los murales encontrados en cada calle de Senegal, el cine de animación de temática africana,  a la pintura egipcia y la contemporánea – que por lejanía descubro a través de la red-. 

 
 

¿Planteas tus obras como soporte o medio para tratar cuestiones políticas, sociales e incluso naturales? Si es así, esto define el entorno concreto en el que trabajas, es decir, qué lugares y personas son los que protagonizan tus obras en relación a estas miradas sociales, naturales…

   Las cuestiones políticas, sociales y naturales, sin una intención expresa, están presentes. La llegada a Senegal (desconocimiento previo por mi parte) supone un choque: el asombro y curiosidad por la novedad (el  descubrimiento de lo “exótico”); el  encuentro con otra cultura y tradición; sus paisajes;  sus  gentes,   envueltas en mitos y creencias que giran la mirada a otros espacios temporales; las estéticas y manifestaciones artísticas (invasión del color sobre cualquier superficie, las iconografías, los estampados…), producen tal impacto que ocupan el lugar  principal en mis representaciones pictóricas.  En ocasiones, incluyo el autorretrato dentro de estos paisajes, participando de lo que acontece, como personaje que ha vivido de manera real o imaginaria estas situaciones, que habitaba en aquel lugar y tiempo.

 

Noemí Iglesias

 

El mundo floral ha recorrido multitud de tus trabajos. Qué relación guarda a nivel simbólico la flor en un sentido amplio y transversal y de qué forma este planteamiento termina por llegar a las obras expuestas en “Un mundo que no existe”.

Al contemplar la Naturaleza, no perdáis nunca de vista ni el conjunto ni el detalle que en su vastedad magnífica. Nada está dentro ni fuera; y por rara maravilla, anverso y reverso son en ella una cosa misma.“La Metamorfosis de las plantas”, Goethe. 1790

Propongo un trabajo que transporte al espectador a un paisaje atemporal que le permita una experiencia más viva e involucrada; marcado por un proceso mucho más estocástico regido por la aleatoriedad experimental propia de la producción manual. 

La carga histórica que contiene la porcelana como material se concreta en tus trabajos a nivel discursivo desde qué perspectivas?

Las flores han sido un elemento constante a través de la historia y de las diferentes culturas. Son fábricas químicas en miniatura, estaciones de señal inalámbrica. En todas las civilizaciones alrededor del mundo, hasta donde se tienen registros históricos, las flores han provisto información emocional entre los seres humanos. Sin embargo, esta transferencia sensible, se ha visto afectada en cierto modo por la digitalización de la vida cotidiana; nuestra conexión con el entorno se filtra por una pantalla. La aceleración de las tecnologías nos lleva a comunicarnos pero no a relacionarnos de manera que los patrones sociales se modifican hacia una estructura de redes diseñada para ser rápida, precisa y repetible.

En tus trabajos (“Everlasting” y “Quarantine”) ya planteabas una realidad híbrida, contaminada por un gran número de flores. Esta hibridez que retomas en El Gran se toma como reflejo de tus procesos que combinan lo plástico con lo performativo?

Siempre me ha interesado el gusto por la hiperdecoración, lo sobrecargado y su tradición a lo largo de la historia. Lo planteo como un posicionamiento plenamente consciente respecto al gusto impuesto por industrias específicas, que dentro de este mundo globalizado, dictan parámetros en cuanto a lo bello y lo feo. Sobrepasar estas construcciones me hace recuperar un gusto más personal y menos aséptico. Y es justamente desde estos objetos, en multitud de ocasiones considerados Kitsch o tachados de mal gusto, donde veo un mayor reflejo y afloro de las emociones reales. 

La identidad de cada persona se puede conocer a través de los distintos objetos que han ornamentado su vida. Para conocer sus vivencias y emociones podríamos acudir a una habitación metafórica y encontrar un espacio hiperornamentado. Para mí es dentro de estos objetos, alejados de lo aséptico del buen gusto, donde descubro una mayor expresión personal de las emociones que nos constituyen.

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María Acuyo

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En tus trabajos podemos ver cantidad de formas, masas y texturas dentro de la abstracción. A qué remiten dentro de tu investigación y cómo se enlazan con tus últimos trabajos más figurativos. 

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Por mi formación ligada a la biología me interesa conocer el funcionamiento interno de las cosas. También gracias a ello tengo un gran imaginario de formas y masas sacadas de todo lo que veo tras el microscopio. Un banco de imágenes que tratadas desde la abstracción me permiten llegar a acabados donde lo orgánico es protagonista. En general planteo todas las formas como integrantes de una organización general e interdependientes unas de otras, incluso hasta en este punto mi composición deriva del funcionamiento orgánico de las células o de los organismos anatómicos. Es una estructuración que contiene textura, movimiento y aire; en definitiva son composiciones vivas. 

Partiendo de lo orgánico enlazo mis trabajos con la naturaleza y con un afán por recuperar nuestra relación olvidada -en la actualidad- con ella. Recurro a sus tiempos densos y con un claro referente onírico, me arriesgo con las naturalezas más figurativas. Con tintes de ciencia ficción continuo incluyendo estas primeras formas biológicas para llegar a escenarios siniestros, sacados directamente del subconsciente. No desde una pretensión nostálgica como puede ser el paisaje romántico, sino con un interés por situar mi pintura como campo de reflexión sensible.  

Qué juego con el tiempo se produce en tus obras o en tus procesos

Para adentrarme en lo profundo y huir de la superficialidad requiero de tiempo. No es un tiempo enérgico en el sentido de la instantaneidad o productividad contemporánea que acostumbramos a ver en nuestro día a día sino a un tiempo natural. Más denso, que cuenta con reposos para llegar a composiciones equilibradas. Incluso a nivel puramente técnico los cuadros generan problemas que no puedes ver si no te adhieres a este tiempo, es necesario componer desde la distancia para llegar a esta profundidad reflexiva.

Anteriormente has remarcado la influencia de la ciencia ficción en tus trabajos ¿Son tus obras narrativas? ¿Te interesa contar historias? 

Mis referentes son múltiples y siempre me ha interesado la novela gótica, el mundo lovecraftiano o incluso los videojuegos que versan sobre estos imaginarios, pero no con un ímpetu explícito por contar una historia en mis trabajos, o plantear una obra desde su narración. Me inclino más por ir situándolo desde la composición… trabajo desde las sugerencias como única forma para evocar al espectador. Lo más evidente puede verlo en los primeros planos pero tras ellos se adentraría en la profundidad de un mundo misterioso; un mundo que no existe. Consigo el aire de la extrañeza a través de las distintas atmósferas que me permiten las veladuras, apelo a un peso terrenal en los troncos que junto a lo liviano en las formas más elevadas equilibran la composición. 

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